lunes, 18 de agosto de 2008

Democracia de Ruben Costas






La derecha celebra 37 años del golpe banzerista con otro golpe a la democracia


“Media luna” derrotada y fracturada

A pesar del esfuerzo mediático continental de presentar como saldo del comicio una Bolivia aún más dividida, los números revelan que el No al presidente prevaleció en apenas dos departamentos de la “media luna” boliviana, supuesto medio país alzado que, en rigor, apenas alcanza a los sectores de privilegio y las capas medias y altas de las ciudades capitales del oriente.
Está claro que la definición de “golpismo civil” que comenzó a utilizar el presidente boliviano es mucho más que una consigna electoral.
No había que escuchar demasiado a los referentes de la media luna ni recorrer por demás las calurosas y venteadas calles de Santa Cruz de la Sierra para entender que el verdadero objetivo era (es) “tumbar al indio”, al de la “raza maldita”, al “fundamentalista aymara”
: el pueblo decidió, y vaya que lo hizo. Hasta en aquellos aquellos departamentos orientales donde las encuestas a boca de urna de las cadenas televisivas montaron una matriz que debe ser desmontada: medio mapa pintado de No, medio de Sí. Sí en el occidente, No en el Oriente. Nada más lejos de la realidad de los números. Repasemos el voto en la media luna supuestamente rebelde. En Pando, se impuso el Sí al presidente con el 53 por ciento, una tendencia irreversible cuando faltaban sumar un puñado de mesas; en Beni, el No se imponía con un abultado 68 por ciento, en un escrutinio sospechosamente estancado en el 41 por ciento de los centros de votación (recordemos que el recuento lo realiza cada corte electoral departamental, es decir, las mismas que realizaron los referéndum autonomistas ilegales); en Tarija, con la suma concluida, el Sí se ubicó en el 49,83%, 459 votos debajo del No. En Chuquisaca, otra gran triunfo con el 53 por ciento en datos finales, y en Tarija un empate con sabor a triunfo que ya es mucho. Santa Cruz de la Sierra demanda un párrafo aparte.

En la tierra de la aristocracia boliviana, en esa ciudad trazada en anillos concéntricos a la coqueta Plaza Mayor hoy degenerada lastimosamente en el epicentro de la intolerancia. Valiente, porque no es fácil votar por el Sí cuando -con bates de béisbol y en turba agresiva- la temible Unión Juvenil Cruceñista “custodia” la puerta de las escuelas con la complicidad de la policía municipal, justo en las escuelas donde el voto de apoyo a Evo se pronosticaba mayor. Valiente el voto de los indígenas chiquitanos de San Ignacio de Velasco, en el oeste de Santa Cruz, que votaron Sí el mismo día que sus médicos y educadores, cubanos ellos, fueron golpeados, secuestrados y abandonados en un paraje desolado por una banda a sueldo de los terratenientes locales, tal como lo adelantó el domingo la cadena Telesur y lo denunció luego la Coordinadora de Derechos Humanos de Bolivia.

En suma, el mapa de la división que presentaron los medios de comunicación privados el domingo 10 de agosto por la tarde nunca fue tal. Los números pueden traducirse de forma simple: Evo Morales y el Sí a su continuidad arrasó por igual en ciudades, caseríos y campos de la sierra y el centro de la ciudad, y también recibió aval mayoritario en el interior de los departamentos del oriente. Allí sólo perdió en las ciudades capitales, en una derrota amplificada por los medios de desinformación y contrastada caprichosamente con la victoria de los prefectos, para generar la matriz de opinión de la Bolivia dividida, alegremente recogida luego por los medios hegemónicos del continente, que olvidaron Bolivia y su histórica elección apenas percibieron la contundencia de los números de la Corte Nacional Electoral.

Santa Cruz dividida, Bolivia no!Branko Marincovic, el multimillonario terrateniente y próspero empresario presidente del Comité Cívico de Santa Cruz mascullaba bronca tras los resultados y pedía que el presidente “contara bien los votos blancos y nulos” antes de cantar victoria. Si lo pensó dos veces, se arrepintió de ese reclamo, igual, le tomamos la palabra, por aquello de las matemáticas y su siempre esquiva confluencia con la política.

Veamos.

Un gobernante que se llena la boca de democracia y pueblo, como el prefecto local Rubén Costas, debería tener en cuenta estos datos. Debería entender que si hay algo que está dividido casi al medio no es el país sino su propio departamento. Pero no. El mismo domingo por la noche, Rubén Costas se mostró intransigente y reeditó sus piezas más intolerantes y racistas (volvió a calificar de “macaco mayor” al presidente de Venezuela Hugo Chávez y habló del “fundamentalismo aymara” para referirse al proyecto de Constitución Política del Estado), también ratificó que su estatuto autonómico es innegociable.

A la misma hora en La Paz, el presidente Evo Morales -ratificados por los dos tercios de los bolivianas y los bolivianos- desde la Plaza Murillo llamaba a los prefectos opositores a compatibilizar el proyecto de Constitución con los estatutos votados por las mayorías relativas que ya remarcamos. Mientras tanto, en las otras regiones los prefectos opositores ratificados rayaban la cancha con el mismo tono pendenciero.

La oposición debería entender el mensaje del pueblo, pero no lo harán, no les interesa. Pero la idea resume buena parte de lo que viene en el Bolivia, el país más pobre de la América continental y a la vez desde ahora -quién puede dudarlo honestamente- el de mayorías más categóricas. Lo que viene Surgió la convocatoria del diálogo como era de esperar por parte del presidente Evo Morales en la noche del martes y únicamente acudieron al llamado los prefectos de Oruro y Potosí y no así la respuesta de quienes agitaron las banderas del diálogo.
Ya sabemos que la oposición virulenta, encarnada acabadamente en los cívicos pero también en los medios de comunicación privados como UNTEL, RED UNO, PAT, CADENA "A", GIGAVISION, ATB, BOLIVISION, RADIO FIDES, PANAMERICANA Y OTROS, no aceptarán el convite de un diálogo serio.
Buscan “tumbar al indio” para mantener sus privilegios, en el medio no hay nada. Pero el gobierno de Evo Morales no puede bajar los brazos en esa negativa, debe encarar una tarea titánica. Por un lado, debe encontrar la forma de neutralizar el golpismo civil y arrebatarle las banderas en la cual estructuran su discurso mediático: las autonomías y el nuevo caballito de batalla: el impuesto directo a los hidrocarburos, resignificado por los medios como el gran problema de la liquidez de las prefecturas, mientras en rigor se trata de una redistribución de los ingresos que busca beneficiar a los más postergados.

Precisamente, eso lo más importante y ese el segundo gran desafío: seguir adelante con la prioridad que bien definió el presidente el pasado domingo 10 de agosto: combatir la pobreza extrema. Se viene de tan atrás que todos los esfuerzos son todavía pocos. Evo lo sabe mejor que nadie, y los pobres de toda pobreza saben que él lo sabe. Y le creen. Para el que no lo crea, están las matemáticas. Reto planteado para un momento de algarabía popular y de fervor revolucionario. Momento que hay que convertirlo no solo en fiesta sino y sobre todo en actitudes sumatorias para lo que vendrá con la aprobación de la Nueva Constitución Política: la hora de la consolidación del proceso de cambio.

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